118 Margarita Eyherabide
pante, dirigiéndose á Amir y al parecer muy dis- puesto á ejercer de preguntón.
Nadie le contestó. Amir, con los ojos dilatados, miraba con persistencia hacia una ventana, cuyas cortinas, descorridas un instante, le habían dejado entrever apenas la figura de una mujer.
Una criaturita de cuatro años, una niñita moní- sima, acercóse corriendo al joven.
Doña Jova, que comprendió la distracción de su hijo, contestó á “La brocha””, que en efecto, aquel joven era hijo suyo, — ¡Ah! respondióle entonces el albañil — Yo no lo sabía pero yo lo calculé.
En tanto, la niña se dejaba acariciar por Amir. — ¿Cómo te lamas? — la preguntó éste conmovido.
— Arasi — respondió la niña.
Amir se echó hacia atrás, sorprendido, confuso; quiso hablar; su corazón latió con violencia. La niña escabullóse de sus manos y echó á correr.
Amir estiró maquinalmente los brazos, y palidecio extraordinariamente. Hizo un esfuerzo y volvióse; La cortina de la ventana dejó de moverse en suave temblor.
