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Amir y Rrasi 131


en mi eoneepto, es eso una hajeza tan grande, tan inconcebibl», que ya no merece compasión, sino des- precio. No obstante ¡pobre sufrimiento el de ellas!... ¡oh la mordedura de los celos, de la envi- dia, de la calumnia !... Y ¿lo creerás? no se porqué he tenido siempre una gran facilidad para com- prender ó adivinar los sentimientos de mis amigas; y al fin —añadió Arasi con tristeza — he dejado de cultivar la amistad de unas porqué son unas falsas, la de otras, porque son unas envidiosas y hace pocos días. he sufrido un nuevo desengaño. Hallábame en una casa amiga, de visita — alguien me dirige una broma referente á Amir, y ¡pero qué atrevida, lo verás! — Carlinda, que allí estaba tam- bién, dice eon énfa de ella!

¡Ah, Luisa! es tan profundo mi desprecio por se- mejantes criaturas que miré á Carlinda y, sii ma- nifestar en lo más mínimo que había entendido su maligna frase, contesté sonriendo la broma y per- manecí tranquila. ¡Ya ves! — me sobrepongo por encima de todas esas bajezas. Árasi continuó :

¿Qué me importa á mi la sociedad, propiamente dicho? Para mí no existe más sociedad que la de mis amigos verdaderos y esa, tengo yo el derecho de ele- girla á mi antojo y sobre mis convieciones. Luisa ¿pienso bien así?

— Esas ideas tuyas convienen con la altivez, res- pondió Luisa, Eres altiva, Arasi; pero ser altiva como lo eres tú, es ser digna ¡dame un beso!

— Te lo doy... ¡pero perdóname! estoy loca.... siento tentaciones de llorar y si no fuera... quién sabe por qué, diría que estoy odiando á tu vecina.

—Celosa... ¡ah! dijo Luisa ¡y yo que no sé lo


¡Si Amir ya ni se acuerda