Amir y Arasi 183
que manifiestas haber notado en él pero recuerdo que cuando me decía que me amaba, solía repetirme «ne era muy desgraciado. ¡ Desgraciado, cuando yo le amaba tanto! Estoy convencida, querida Luisa; mi amor no le satisface. ¡No me ama! ¡no me ama nada! ¡Yo espero vanamente!
— ¿Y cómo interpretas, pues, su emoción enando mi hermanita le dijo cómo se llamaba y pronunció tu nombre?
— ¡Ay Luisa! de todo dudo ya; quizá el remordi- miento...
—: Remordimiento dices ?—entonces la emoción se hubiera hecho ostensible con autocráticas expresiones y él palideció, brillaron sus ojos y al ver huir á la niña, le tendió los brazos... sin darse clara cuenta de lo que hacía ¿no te fijaste ?
— Eres una santa, Luisa; tus palabras me consue- lan. Pero dudo ¡ay! ¡pobre de mí!
— ¿Volverás mañana Arasí?...
— Mo sé, mi Luisa; ayer no vine, llovía... Y el día anterior te había dicho: Hasta mañana ¡Creencia absurda! — hasta mañana... Y debí aña-
dir: ¡siDios quiere! Yo ereo en Dios, Luisa y Él me
ha dado una lección. Jamás se hará lo que los hombres quieran, sino lo que Dios mande. Sonrió Arasi; sin duda encontró alguna gracia en sus mis- mas palabras.
Si Dios quiere, pues, Luisa añadió después, vol- veré mañana, á verle... ¡aunque sea un segundo! — Pero que no me vea él Dios mio!... ¡que no me vea!
— ¡Ah! dijo Luisa de improviso como queriendo alegrar á su amiga. ¡Si la de enfrente hubiera
oído cuando yo la llamaba negrita!...