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186 Margarita Eyherabide

el consejo de que vayan á dar cuna á sus hijos, allí, en países más dueños de si mismos, en países más tranquilos. ¡La mujer uruguaya siente la fibra de un patriotismo muy noble, muy grande!

Si lucharais contra un extranjero invasor, ella os daría toda su abnegación, toda su alma, pero lu- chando enlre vosotros luchando unos con otros, 0s da... un desprecio oculto por el sentimiento piadoso de veros marchar; el sentimiento inmenso de veros alejar... quizá para siempre! Porque... ¿quien puede decir á nuestro corazón que no padezca? ¿quien puede decirle que no estalle de dolor? ¡Ah! vosotros que no pareccis comprender que es una ver- gúenza que el país esté en guerra todos los días, de- bierais saber lo que es el corazón de una madre!...

Amir escuchó eon sorpresa estas palabras — ¡Ah! me estás ofendiendo, dijo.

-— Querido oriental — murmuró doña Jova — uo te ofendo; te digo la verdad y te hablo al alma. Y contimnó:

¿0 es que la idea de la verdad está tan oculta, que causa sonrojos hasta al ser revelada por una mu- jer uruguaya? — Dejad que nosotras también pen- semos, permitid que nosotras también veamos clara- mente las cosas y doña Jova alzó el rostro,

— Bien, sufrid, madres buenas pudo murmurar apenas, Amir, que estaba muy pálido. Pero, dime mamá: si todas las madres pensaran como tú, la patria...


Doña Jova lo interrumpió:

-— Estaría siempre tranquila. Pero ¿acaso son las madres las que tienen que dilucidar este asunto, en el terreno en que tú lo has traído ?

Ya vés: ¿Te dije yo: anda, hijo, á sostener con