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Amir y Arasi 181

tu brazo, tus ideas? — No precisó que te dijera “si” ni, “no”, Allá te fuiste sin permiso, picarón. Doña Jova siguió hablando dulcemente. A Amir le agra- dó el acento y prosiguió en el mismo tono:

—Tienes razón, mamá querida, tienes razón. ¡ Ah. hijos desconsiderados, rebeldes, recalcitrantes !

— ¡Injustos, desatentos, malos, ingratos! sos- tuvo doña Jova.

— ¡Cuántos epítetos que resultan santos al ser pronunciados por tu boca!... ¡Madre! ó lo que es lo mismo ¡patria!

-—¿Patria, dices?—-Es muy grande el corazón de una patria; es tan grande como el corazón de todas las madres juntas y, ya sabes lo que ama una madre sola. Y añadió:

— Si es tan grande esa patria ¿por qué se des- afían por ella, si todos tienen un asilo que les perte- nece de derecho, si todos son hijos ¡si todos son bermanos!...

— ¡Ah! — murmuró Amir — ¡imposible! — no hay conformidad, individualmente hablando.

— ¡Necia propensión la de los hombres! Desco- llar, rompiendo sin conciencia los obstáculos; la cús- pide, sin detenerse en los tramos que amasa incons- ciente la medianía.

— ¡Esa es la ley del destino!

— ¡No! esa es la ley de los hombres.

— Lo que es lo mismo.

— ¿Lo mismo? — ¡Sarcástica unidad! Los hom- bres y el destino; el destino y los hombres.

— Mamá — murmuró Amir — huyamos de este la- herinto de filosofía inquietante.

— ¡Temes extraviarte en tus conjeturas?

— Temo darte la razón, y me resisto á dártela.