204 Margarita Eyherabide -— Pero, hija mía; ese joven te ama, sostuvo César.
— ¿Te lo dijo? preguntó Arasi con un destello de esperanza.
— César mentía y... — Sí — respondió — Arasi se rebeló, -—¡ Me ama y abandonóme cuando yo le había entregado mi corazón! — ¡me ama y jamás ha hecho una tentativa para verme. ¡ Eso es un absurdo. eso es una aberración !... exclamó con extravío.
—- Eres muy niña — murmuró César — muy niña para saber los misterios que puede encerrar un corazón. ¿Crees tú que yo no amo? — Pues jamás se lo he confesado á la que es ya, dueña de mi voluntad y no obstante, quizá me ama ella también. Sufro yo ¿sufre ella? — El caso es que me acomodo á esta situación, porque me gusta, me place mirarla y que me mire, sin «que nuestros corazones hablen de otro modo que con los ojos. Amo el amor platónico ¡qué quieres! cada enal con sus gustos. ¿Y quién afirma que Amir no tiene gustos más inútiles que los míos? Bástete saber que Amir te ama; sé con él, amable; si te jura amores, créelo, Amir es un joven de carácter y no un charlatán, un imbécil, un necio pretensioso. César se detuvo y Amir y Luisa llegaron junto á ellos. Arasi hizo un esfuerzo para sonreir; Amir estaba silencioso y Luisa y César ha- blaron alegremente. A hurtadillas, miraba Amir % Arasi. Una tristeza infinita bañaba su corazón. ¿Era aquella su Arasi, su cariñosa Arasi?
--¡Arasi! — murmuró el joven caminando á su lado, Un instante parpadeó temblorosa la joven; pero no alzó la mirada.
—¡Ah!— dijo Amir con desconsuelo y dolor, —
Mírame... pero Amir casi no se atrevía á tutear á la joven.