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26 Margarita Eyherabide
— Luego, querida Jova, Dios me llevó allí á tiem- po, para salvarlos. Don Alvaro bajó mas la voz y continuó : —¡ Habías de ver á los pobres animalitos, piando ensordecedoramente, estirando la cabecita y tocando ya el agua con el pico!... Una pequeña oscilación de la desastrosa nave y allá se iba todo al río... — Doña Jova se estremeció. ¡Qué chico! murmuró — ¡qué chico incorregible !