Amir y Arasi 35
palabras. ¿Verdad que me perdonas? Te respeto y te amo y no deseo causarte el más mínimo pesar, ¿me quieres mucho?... ¿me perdonas? ¡Es tan her- moso tener una madre como tú, una madre que ame como amas tú!... Lo que sí, añadió el joven pica- reseamente como guardando la clave de un enigma —lo que si que... mamá ¡cuidado! Aproximó su rostro al de su madre: — Las lagrimillas — mur- muró... —enturbian la mirada y afean el rostro
Doña Jova, feliz de verse tan amada por aquel hijo á quien quería más que á su vida, echó á andar del brazo del joven reprimiendo una exclamación que hubiera sido cabal copia de la felicidad de que se hallaba henehido su corazón.
—- ¿Soy una buena madre, pues?... ¡querido zala- mero! murmuró.
El joven sonrió.
— Quieres probarme — dijo. ¡mamá mía, madre «querida ! ¡mamita amada!...
De improviso una expresión melancólica se dibu- jó en su semblante.
Doña Jova suspiró lentamente.
— Pienso... — dijo Amir— y se detuvo medi- tando y como temeroso de turbar la santa paz de su madre.
— ¿Piensas?... ¡Ah! tus cariños me han hecho un instante muy dichosa. ¡Cómo todo pasa y muere en este mundo! ¡cómo la felicidad se disipa al pri- mer embate importuno!
¡ Alvaro, Alvaro! — murmuró con voz débil; ambos permanecieron un instante silenciosos.
— Papá está muy enfermo, mamá, papá está muy enfermo — dijo el joven con voz grave.