Amir y Arasi 43
bajar. Don Alvaro miró con encanto la arrogancia del joven y contestóle:
— Amir; — me place en extremo oirte hablar de ese modo. ¡Estoy contento de tí! Pero no te sus- traeré neciamente del estudio; eres muy joven y tus conocimientos son muy escasos. Quien sabe si no llegan más tarde. mejores días para nosotros y entonces no tendrás por «qué arrepentirte de tu nulidad. He conservado la creencia de que la ins- trueción es la única riqueza positiva y que el millo- nario ignorante es siempre un topo.
¡Sin embargo — continnó diciendo don Alvaro, un tanto indeciso — yo pudiera tener la elocuencia de un abogado, la sapiencia de un jurisperito ¡qué! revolviendo en la imaginación todo un bagaje de sapiencia, no me resultaría un óbolo que valiera la práctica que sería hoy la seguridad de nuestro por- venir, la seguridad de mi modesto triunfo; un triun- fo ignorado pero honroso, triunfo humilde pero triunfo alentador.
Amir abrió grandemente los ojos.
— No entiendo — murmuró.
Don Alvaro no pareció oir las palabras del joven.
Sostuvo la cabeza en la palma de la mano y per- maneció largo rato, en muda concentración de ideas.
— Es ésta una zona propiamente rica — dijo des- pues. Hoy... ¡Ah! ayer... hoy... ¡mañana!... ---
Don Alvaro dejó caer la cabeza sobre el pecho y sus párpados se cerraron.
Amir corrió hacia él; Papá — exclamó asustado el joven ¿qué tienes?