58 Margarita Eyherabide
reconvención. Tu mutismo no ha llegado á herirme profundamente porqué adivino muy bien tu carác- ter. Así que en este asunto no he trepidado en for- mar una ¿ y en ponerle yo mismo la tilde. Tu sabes que entre hermanos no deben alzarse barreras y que cualquier diferencia está de más.
Y sin embargo. sabiendo que siempre te he que- rido con el corazón de un padre y con el cariño en- trañable de un hermano te olvidas de que aún estoy sobre la tierra y nada me dices y vives completa- mente ageno á mi parecer Ó á mis consejos. ¡ Tú, mi único hermano! ¡quien lo creyera!
Pero no paso adelante en estas reconvenciones dictadas únicamente por el gran cariñosque te profeso y voy derecho al capítulo que explanan las circunstancias.
Yo soy rico, Alvaro. y. aunque lo fuera menos, ya sabes que todo lo que poseo y hasta mi crédito, tuyo es. Á pesar de tu reserva, me hubiera embar- cado inmediatamente para llegar á esa cuando manos lo pensaras, pero el odioso reuma, me tiene aplastado como un sapo y, héteme aquí, imposibili- tado de satisfacer mis deseos.
Alvaro: como hermano mayor y como hombre que ha atravesado en no lejanos tiempos y en cir- cunstancias peores, una crisis igual, permite que te señale al menos un consejo formal que te rogaría siguieras y aceptaras...
Vende, hermano, la fracción de campo. que posees en la costa del Yaguarón; liquida tus últimos efec- tos en ese rincón apartado y vente á Montevideo. No es posible que un hombre recto como tú, un hombre de iniciativas y joven aún, se deje con- sumir consultando con ojos lacrimosos el presente