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Amir y Arasi 59

y lamentando sin consuelo capaz, la pérdida del pasado. Espero carta tuya, en la que me comunica- rás tus planes, ¿no es así? Imagino que no desecha- rás las recomendaciones que me complazco en hacerte. con la esperanza de que no te parecerán descabelladas.

Ven inmediatamente á la capital, Alvaro. Aquí no faltará en qué ocuparte; es menester que el hombre, en todos los casos y en todas las edades, sepa manejarse por sí mismo y no hacerse esclavo de fatalidades é inesperadas controversias del des- tino.

Cariños míos á la virtuosa y querida Jova; un fuerte apretón de manos á ese hermoso muchacho que Dios te ha dado el que será Dios mediante, y si se vienen ustedes á Montevideo, un lindísimo estu- diante de derecho y un abrazo muy apretado recibe tá de tu hermano.

JORGE RAMIREZ.

El vuelo de un suspiro llevó á Amir las penas que le pesaban en el corazón antes de la lectura de esta carta.

Miró á su padre con radiante expresión... ¡Pero la carta se deslizó de sus manos y cayó á sus pies!

Don Alvaro murmuró estas palabras: — ¿Creen ustedes que yo ya no había pensado en eso? ¿creen que ya no lo había analizado todo?... Y añadió, clavando su mirada en la faz del joven ¿Sabes, Amir, el precio de una cuadra de campo en esta región? ¡Es hasta cosa de risa! y prorrumpió don Alvaro en una carcajada de desprecio.

Amir estaba pálido como la cera. — Ven, acér-