Amir y Arasi 63
Joven. Amir tenía el hábito de hacerlo todo con gran precipitación y, así como se trepó á la silla y extrajo los libros, del mismo modo volvió á guar- . quedándose con la tela rayada en la mano, aproximóse á la ventana, y, abarcando con la vista el horizonte: — El mundo no se encierra entre las cuatro paredes de mi enarto — dijo. —¡Oh! ¡yo seré algo!
Se siente. cenando llega el invierno, con sus fríos intensos y su rígida desnudez. algo así eomo una vaga nostalgia...
El invierno es el enemigo de los menesterosos, el cnemigo de los débiles, el enemigo de los ancianos y hasta el enemigo de los jóvenes. Nadie lo desea y pocos lo miran con deferencia, porque lo malo es malo, y se desea siempre lejos. ¿Si es enemigo de los menesterosos no ha de ser enemigo nuestro? Los menesterosos ¡pobres seres que merecen toda nuestra compasión! Amir no se tomó especial empeño en levantarse al alba, porque las clases empezaban á las once de la mañana. .
El primer día de clase, el joven experimentó grave sensación de dolor.
Despertóse á las nueve y como acostumbraba cuando tenía maestro particular, arrellenóse como- damente en el lecho, cogió un libro de encima de la mesa de luz y comenzó á leer.
De improviso, libro, almohada, ropas de cama, todo, fué á parar al medio de la estancia y en medio de aquella batahola de lanas y fundas blancas, Amir, tieso, pisoteándolo todo con decisión, buscó entre el revoltijo, su casaca y su pantalón y se vis- tió con fastidio y despecho.
Plentóse luego frente á un espejo, miróse desde