CINCO CAPÍTULOS Á MANERA DE PRÓLOGO
CAPÍTULO I
A las cuatro en punto de la clara y plácida mañana del día catorce de Septiembre, del año 18... don Alvaro Ramírez, ginete en un caballo alazán y con el cigarro entre los dientes y amable- mente risueño el semblante, tomó el camino del saladero, no sin volver con alguna frecuencia la cabeza y exhalar un rebelde suspiro.
De pronto, tiró casi brutalmente de las bridas, al alazán, que se detuvo y sonrió con satisfacción don Alvaro, al oir una voz de timbre joven que exclamaba :
— Señor patrón, ¿me espera usted?
— Sí, muchacho — contestó don Alvaro sin vol- verse y acariciando con la mano, la erin, al animal que piafaba inquieto.
El que así había hablado á don Alvaro, era un jovenzuelo de doce á catorce años, de rostro tos- tado por el sol. Su cabellera es negra como el ébano y sus ojos de mirar malicioso, son verdaderamente pequeños; la curva de su nariz es bien severa, pero su graciosa boca grande le presta un aire de bon- dadosa franqueza que lo hace desde luego intere- sante, á fuerza de nacerlo simpático.