Amir y Arasi st muchos años; apretó al joven con fuerza sobre su pecho, dióle dos ó tres palmadas en la espalda, y luego de haberle descompuesto no poco el bien riza- do cabello sometido en la frente á un gracioso jopo, presentólo á su esposa con estas palabras: — Mira; aquí tienes al hijo único de mi querido hermano Alvaro. ¡Pobre hermano! su hijo es todo un her- moso y gallardo joven.
La señora tendió la mano al joven, con amable expresión de bondad y Amir saludó á su vez á la niña que apenas le ofreció la punta de los dedos.
Amir era muy sociable pero, cenando se figuraba que cualesquiera se empeñaba en picar su amor pro- pio. con un signo de desvío ó de desprecio, se hacía inflexible. Y ya no le gustó la brasilerita.
Se hallaban todos en el comedor y ¡oh petardo! Amir se vió al poco rato. sentado al lado de la des-
preciativa chiquilla.
El señor Goncalves habló largamente de la cre- ciente del río, de sus consecuencias. En fin: de todo lo que se habla en una visita que se hace sin un interés particular á no ser otro que el de ver y pasar un agradable momento en compañía de unos seres amigos.
Del comedor, pasaron todos al jardín y, mientras las señoras hablaban de plantas, y de flores, el señor Gongalves y Amir se entretenian, en no interrum- pida conversación sobre la manera de sacar mayor producto del cultivo de los cereales. La chiquilla, traviesa y revoltosa, permanecía sentada, pero hacía esfuerzos por mantenerse quieta. Sus ojos lo repa- saban todo, con infantil curiosidad. Vió la chica que los mayores habíanse olvidado de su perso- milla. Adivinó, más bien que comprendió, la puer-
Amir y Arasi. 6.
