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34 Margarita Eyherabide

Cuántas veces no se simpatiza á primera vista con un ser á quien pudiéramos copiar más tarde los actos de su conducta y seguir ciegamente la ruta de su proceder honrado y juicioso.

Eran Amir y Arasi, que éste es el nombre de pila de la altiva brasilerita, dos naturalezas completa- mente opuestas, porque sus caracteres eran como dos líneas cortantes y secantes, tocándose en dife- rencia, á causa de su verdadera similitud.

Eran ambos orgullosos hasta la exageración, pero ambos eran buenos y dignos.

Arasi, buena, pero tímida; Ainir, elegante pero rencoroso. Si Amir. en vez de sentir un fiero des- pecho que no se amengna ni aún en presencia de la dulcísima gracia y el encantador rostro de la niña, se fijara más en la dulzura que respiran sus faccio- nes, quizá depusiera la cara de pocos amigos, que había adoptado para marchar en abierto é idéntico concepto de miras y actitud. con la emperifollada niña.

Arasi. no recordaba. no, haber hecho nada que provocara tan tosco enojo. La bella retrechera, pen- saba muy para sus adentros que el castellanito era hermoso pero no dejaba de convenir también la picarona en que el hermoso castellano era un poco insolente ó no poco desatento ú guarango, al empe- ñarse en tratarla como á uno que está de más en el círculo.

—¡Ah!— dió en pensar al fin. la díscola — es probable que no haya gustado de mí porque casi no le doy la mano, cuando vino á saludarme... ¡Oh! la culpa fué suya, porque me turbó con su presencia... linda... ¡No hay duda! el castella- nito es lindo ¡es muy lindo!