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36 Margarita Eyherabide

CAPÍTULO XV

Entretanto, en el comedor, doña Delia y doña Jova sostienen una conversación muy interesante.

— Ah. señora — dice doña Jova—la suerte ha sido muy caprichosa conmigo.

La dama brasileña mira cariñosamente á su ami- ga y responde con dulzura: — hay pruebas doloro- sas por las que todas pasamo% casi siempre.

— Y bien ¿me aconseja usted, pues?... pregunta entonees doña Jova.

— ¿Aconsejarla yo?... ¡no me atrevería cierta- mente y no lo merece usted, amiga mía por lo mismo cue no necesita usted de mis consejos. Piensa usted con una rectitud demasiado elara y basta que se le ocurra un pensamiento que crea realizable, para que los que hayan de ejecutarlo digan: ella lo ha supuesto así y está bien hecho.

— Me confunde usted señora — dijo doña Jova mirando á la brasileña—sólo soy una buena madre; ¡nada más!

— ¡Oh! — la razón es única, incontrovertible. ¡Nada más! dice usted ¿hay acaso algo más eleva- do que ser una buena madre?...

— Doña Jova llevó hacia el semblante de la dama afectuosa la hermosa mirada de sus ojos tristes.

— ¡Oh! que adorablemente fina, es usted, mur- muró — y Inego. bajando los los párpados, todo su rostro velóse de enigmática melancolía.

— Quiere tanto, uno. á estos hijos del alma — murmuró trás un rato.