Amir y Arasi 91
CAPÍTULO XVI
Estas visitas en el campo, difíciles y poco fre- enentes, dejan siempre en el corazón un recuerdo de franca bondad. Las gentes, que rara vez abando- nan las tibias comodidades de la graciosa casa que se alza en el centro de la ciudad, para ir á respirar el aire purísimo de los campos vestidos con el em- briagante tono multífloro de la primavera, sienten una complacencia deliciosa en montar á caballo y pasear por la orilla de los bosques, ó internarse en sus sombrías picadas.
Bajar una pendiente peligrosa, llegar á la orilla del río. abandonar la cabalgadura. internarse á pie entre el espeso ramaje de los árboles y las enre- daderas y robar á los pajarillos sus delicados nidos con sus más caras preseas.
—No hay placer que se iguale al del niño de ciudad. cuando, retrepándose en un tronco, aun á trueque de rasgarse la linda blusa ó el blanco cha- leco, con el sombrero caído á la espalda y el ceño fruncido por el esfuerzo penoso de mantenerse en equilibrio. grita desde lo alto de un árbol, metiendo precipitadamente una mano en el fondo de un gra- eioso hueco acojinado con plumas y lanas: — ¡Un nido! ¡Me he hallado un nido de ehurrinche, con tres huevitos!...
Y apenas perdida la última silaba de sus entu- siastas frases. ha sacado uno de los lindos huevitos y lo ha mostrado con orgullo á los compañeros que no han tenido tanta suerte.