94 Margarita Eyherabide
sus padres. Siñasiña, tan delicada, tan adorable y angelical heredó en sus grandes ojos rasgados, en su boca pequeña y la barbilla redonda y llena los mayores encantos fisonómicos de su joven madre. ¡Qué alegremente batió César sus lindas manitas morenas, cuando le dijeron que tenía una herma- nita y vió aquel cuerpecito menudo y bello que se agitaba débilmente!
Pidió el niño para besar con mucho cuidado, muy suavecito, muy suavecito, la linda carita y, abrien- do los ojos muy grandes, comenzó á revolver las lanas que envolvían el precioso cuerpecito. De pronto, se echó á gritar con inconcebible espanto:
— ¡ Mamá! ¡la hermanita no tiene manos!
Fué menester, que se desenvolviera con el cuida- do que exigían las cireunstancias, á la pequeña que lloriqueaba ¡ y César pudo ver dos bracitos que terminaban en cinco deditos gordinflones que seme- jaban pétalos de menuda azucena!...
También doña Delia, habíase incorporado para mirar embelesada á la niña mientras que una som- bra de naciente temor reaparecía en su hermoso semblante.
¡Oh santo amor de las madres! élla, que había visto ya, los torneados bracitos de su hijita, élla, «que había besado ya, aquellos deditos tan encanta- dores, sufrió el temor de que quizá fuera cierto que la niña no tenía manos!
César quiso ser médico. En la época en que le conocemos, le faltan aún cuatro años para recibirse.
Su padre, no es rico, si bien puede decirse que, aun cuando no percibe rentas, no carece absoluta- mente de nada y está muy agradecido á Dios con lo que posee, pues no es ambicioso y reconoce que la felicidad no es hija de la fortuna.