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Página:Facundo - Domingo Faustino Sarmiento.pdf/116

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Domingo F. Sarmiento

la cinta, que era preciso además que ostentase el retrato del Ilustre Restaurador sobre el corazón en señal de amor «intenso», y los letreros «mueran los salvajes mundos unitarios» (1). ¿Creeríase que con esto estaba terminada la obra de envilecer á un pueblo culto, y hacerle renunciar á toda dignidad personal? ¡Ah! todavía no estaba bien disciplinado. Amanecía una mañana en una esquina de Buenos Aires un figurón pintado en papel, con una cinta flotante de media vara. En el momento que alguno la veía, retrocedía despavorido llevando por todas partes la alarma; entrábase en la primer tienda, y salía de allí con una cinta de media vara.

Diez minutos después, toda la ciudad se presentaba en las calles cada uno con su cinta flotante de media vara de largo, parecía otro día otro figurón con una ligera alteración en la cinta; la misma maniobra.

¡Si alguna señorita se olvidaba del moño colocado, la policía le pegaba "gratis» uno en la cabeza con brea derretida! ¡Así se ha conseguido uniformar la opinión! ¡Preguntad en toda la República Argentina si hay uno que no sostenga y crea ser federal!... Ha sucedido mil veces que un vecino ha salido á la puerta de su casa y visto barrida la parte frontera de la calle; al momento ha mandado barrer, le ha seguido su vecino, y en media hora ha quedado barrida toda la calle entera, creyéndose que era una orden de la policía. Un pulpero iza una bandera por llamar la atención; lo ve el vecino, y temeroso de ser lachado de tardo por el gobernador, iza la suya; izanla los del frente, izanla en toda la calle, pasa á otras, y en un momento queda empavesada Buenos Aires. ¡La policía se alarma, inquiere qué noticia tan fausta se ha recibido que ella ignora sin embargo!... ¡Y éste era el pueblo que rendía á once mil ingleses en las calles y mandaba después cinco ejércilos por el continente americano á caza de españoles!

Es que el terror es una enfermedad del ánimo que aqueja á las poblaciones, como el cólera «morbus» la viruela, la escarlatina. Nadie se libra al fin del contagio. Y (1) Puede verse esta cinta en la botonadura de los domésticos de la Legación Argentina. El enviado y los attachés» han tenido pudor de ostentar al retrato. (Nota de la edición de 1845).