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Facundo

vencido á La Madrid; qué podrá hacer Paz! De Mendoza debe reunirsefe don Félix Aldao con un regimiento de auxiliares perfectamente equipados de colorado», v disciplinados; y no estando aun lista una fuerza de setecientos hombres de San Juan, Facundo se dirige á Córdoba con 4.000 hombres, ansiosos de medir sus armas con los coraceros del número 2 y los altaneros jefes de línea.

FACUNDO La batalla de la Tablada es tan conocida, que sus pormenores no interesan ya. En la Revue des Deux Mondes» se encuentra brillantemente descripta, pero hay algo que debe notarse. Facundo acomete la ciudad con todo su ejército, y es rechazado durante un día y una noche de tentativas de asalto, por cien jóvenes dependientes de comercio, treinta artesanos artilleros, dieciocho soldados tiradores, seis coraceros enfermos, parapetados detrás de zanjas hechas á la ligera y defendidas por sólo cuatro piezas de artillería. Sólo cuando anuncia su designio de incendiar la hermosa ciudad, puede obtener que le entreguen la plaza pública, que es lo único que no está en su poder.

Sabiendo que Paz se acerca, deja como inútil la infantería y la artillería, y marcha á su encuentro con las fuerzas de caballería, que eran, sin embargo, de triple número que el ejército enemigo. Allí fué el duro batallar, allí las repetidas cargas de caballería; pero ¡todo inútil!

Aquellas inmensas masas de jinetes que van á revolcarse sobre los ochocientos veteranos, tienen que volver atrás á cada minuto, y volver á cargar para ser rechazados de nuevo. En vano la terrible lanza de Quiroga hace la retaguardia de los suyos tanto estrago, como el cañón y la espada de Ituzaingó hacen al frente. ¡Inútil! En vano remolinean los caballos al frente de las bayonetas y en la boca de los cañones. ¡Inútil! Son las olas de una mar embravecida que vienen á estrellarse en vano contra la inmóvil y áspera roca; á veces queda sepultada en el torbellino que en su derredor levanta el choque; pero un momento después sus crestas negras, inmóviles, tranquilas, reaparecen burlando la rabia del agitado elemento.

De cuatrocientos auxiliares sólo quedan sesenta, y de seiscientos «colorados» no sobrevive un tercio; y los demás cuerpos sin nombre se han deshecho y convertidose en una masa informe é indisciplinada que se disipa por los