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Página:Facundo - Domingo Faustino Sarmiento.pdf/206

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Domingo F. Sarmiento

pensar en ella al vestirse, al desnudarse; y las ideas se nos graban siempre por asociación. La vista de un árbol en el campo nos recuerda lo que íbanos conversando diez años antes de pasar por cerca de él; ¡figuraos las ideas que trae consigo asociadas la cinta colorada, y las impresiones indelebles que ha debido dejar unidas á la imagen de Rosas!

Así en una comunicación de un alto funcionario de Rosás, he leído en estos días que es un signo que su gobierno ha mandado llevar á sus empleados en señal de conciliación y de paz». Las palabras «Mueras los salvajes, asquerosos, inmundos unitarios», son por cierto muy conciliadoras, tanto que, sólo en el destierro ó en el sepulcro, habrá quienes se atrevan á negar su eficacia. La Mazorca ha sido un instrumento ardoroso de conciliación y de paz, y si no, id á ver los resultados, y buscad en la tierra una ciudad más conciliada y pacífica que la de Buenos Aires.

A la muerte de su esposa, que una chanza brutal de su parte ha precipitado, manda que se le tributen honores de capitán general, y ordena un luto de dos años á la ciudad y campaña de la provincia, que consiste en un ancho crespón atado al sombrero con una cinta colorada. ¡Imaginaos una ciudad culta, hombres y niños vestidos á la europea, uniformados» dos años enteros con un ribete colorado en el sombrero! ¿Os parece ridiculo? ¡No! nada hay ridículo cuando todos sin excepción participan de la extravagancia, y sobre todo, cuando el azote ó las lavativas de ají están ahí para poneros serios como estatuas si os viene la tentación de reiros.

Los serenos cantan á cada cuarto de hora: «¡Viva el Ilustre Restaurador! ¡Viva doña Encarnación Ezcurra!

¡Mueran los impíos unitarios!» El sargento primero, al pasar lista á su compañía repite las mismas palabras; el niño, al levantarse de la cama, saluda al día con la frase sacramental. No hace un mes que una madre argentina, alojada en una fonda de Chile, decía á uno de sus hijos que despertaba repitiendo en voz alta: «¡Vivan los federales! ¡Mueran los salvajes, asquerosos unitarios!» Cállate hijo, no digas eso aquí, que no se usa; ¡ya no lo digas más, no sea que te oigan!

Su temor era fundado: ¡le oyeron! ¡Qué político ha producido la Europa que haya tenido el alcance para comprender el medio de crear la idea de la personalidad» del