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Página:Facundo - Domingo Faustino Sarmiento.pdf/209

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Facundo

en la campaña de Buenos Aires cerca de treinta años; y ya el año 24 era una autoridad que las sociedades industriales ganaderas consultaban en materia de arreglos de estancias. Es el primer jinete de la República Argentina, y cuando digo de la República Argentina, sospecho que de toda la tierra, porque un equitador ni un árabe tiene que habérselas con el potro salvaje de la pampa.

Es un prodigio de actividad; sufre accesos nerviosos en que la vida predomina tanto, que necesita saltar sobre un caballo, echarse á correr por la pampa, lanzar gritos desacompasados, rodar, hasta que al fin, extenuado el caballo, sudando él á mares, vuelve á las habitaciones fresco ya y dispuesto para el trabajo. Napoleón y Lord Byron padecían de estos arrebalos, de estos furores causados por el exceso de la vida.

Rosas se distingue desde temprano en la campaña por las vastas empresas de leguas de siembras de trigo que acomete y lleva á cabo con suceso, y sobre todo, por la administración severa, por la disciplina de hierro que introduce en sus estancias. Esta es su obra maestra, su tipo de gobierno, que ensayará más tarde para la ciudad» misma. Es preciso conocer el gaucho argentino y sus propensiones innatas, sus hábitos inveterados. Si, andando en la pampa, le vais proponiendo darle una estancia con ganados que lo hagan rico propietario; si corre en busca de la médica de los alrededores para que salve á su madre, á su esposa querida que deja agonizando, y se atraviesa un avestruz por su paso, echará á correr detrás de él olvidando la fortuna que le ofreceis, la esposa ó la madre moribunda: y no es él solo que está dominado de este instinto; el caballo mismo relincha, sacude la cabeza y tasca el freno de impaciencia por volar detrás del avestruz. Si, á la distancia de diez leguas de su habitación, el gaucho echa de menos su cuchillo, se vuelve á tomarlo, aunque esté á una cuadra del lugar á donde iba; porque el cuchillo es para él lo que la respiración á la vida misma.

Pues bien; Rosas ha conseguido que en sus estancias, que se unen con diversos nombres desde los Cerrillos hasta el arroyo Cachagualefú, anduviesen los avestruces en rebaños, y dejasen, al fin, de huir á la aproximación del gaucho: tan seguros y tranquilos pacen en las posesiones de Rosas; y esto, mientras que han sido ya extinguidos en todas las adyacentes campañas. En cuanto al cuchillo,