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Página:Facundo - Domingo Faustino Sarmiento.pdf/222

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Domingo F. Sarmiento

después, en Montevideo se han mostrado lo que en 1828, eso probará que en todos tiempos son entrometidos, ó bien que hay algo en las cuestiones políticas del Plata que les toca muy de cerca.

Sin embargo, yo no comprendo cómo concibe monsieur Guizot que en un país cristiano, en que los franceses residentes tienen sus hijos y su fortuna, y esperan hacer de él su patria definitiva, han de mirar con indiferencia el que se levante y afiance un sistema de gobierno que destruye todas las garantías de las sociedades civilizadas y adjura todas las tradiciones, doctrinas y principios que ligan aquel país á la gran familia europea.

Si la escena fuese en Turquía ó en Persia, comprendo muy bien que serían entrometidos por demás los extranjeros que se mezclasen en las querellas de los habitantes; entre nosotros, y cuando las cuestiones son de la clase de las que allí se ventilan, hallo muy dificil creer que el mismo M. Guizol conservase cachaza suficiente para no desear siquiera el triunfo de aquella causa que más de acuerdo está con su educación, hábitos é ideas europeas. Sea de ello lo que fuere, lo cierto es que los europeos, de cualquier nación que sean, han abrazado con calor un partido, y para que esto suceda, causas sociales muy profundas deben militar para vencer el egoismo natural al hombre extranjero; más indiferentes se han mostrado siempre los americanos mismos.

La «Gaceta» de Rosas se queja hasta hoy de la hostilidad puramente personal de Purvis y otros agentes europeos que favorecen á los enemigos de Rosas, aun contra las órdenes expresas de sus gobiernos. Estas antipatías personales de europeos civilizados, más que la muerte de Bucle, prepararon el bloqueo. El joven Roger quiso poner el peso de la Francia en la balanza en que no alcanzaba a pesar bastante el partido europeo civilizado que destruía á Rosas, y M. Martigny, tan apasionado como él, lo secundó en aquella obra más digna de esa Francia ideal que nos ha hecho amar la literatura francesa, que de la verdadera Francia, que anda arrastrándose hoy dla tras de todas las cuestiones de hechos mezquinos y sin elevación de ideas.

Una desavenencia con la Francia era para Rosas el bello ideal de su gobierno, y no seria dado saber quién agriaba más la discusión, si M. Roger con sus reclamos,