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Página:Facundo - Domingo Faustino Sarmiento.pdf/241

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Facundo

de esos extranjeros, y por la prensa que es el arma de esos unitarios! ¿Qué Estado americano se ha visto condenado, como Rosas, á redactar en tres idiomas sus disculpas oficiales para responder á la prensa de todas las naciones, americanas y europeas, á un tiempo? Pero ¿á dónde llegarán tus diatribas infames que el execrable lema: ««,Mueran los salvajes, asquerosos, inmundos unifarios!» no esté revelando la mano sangrienta é inmoral que las escribe?

De manera que lo que habría sido una discusión obscura y sólo interesante para la República Argentina, lo es ahora para la América entera y la Europa. Es una cuestión del mundo cristiano.

Ha perseguido Rosas á los políticos, á los escritores y á los literatos? Pues ved lo que ha sucedido. Las doctrinas políticas de que los unitarios se habían alimentado hasta 1829, eran incompletas é insuficientes para establecer el Gobierno y la libertad; bastó que agitase la pampa para echar por tierra su edificio basado sobre arena. Esta inexperiencia y esta falta de ideas prácticas remediólas Rosas en todos los espiritus con las lecciones crueles é instructivas que les daba su depotismo espantoso; nuevas generaciones se han levantado, educadas en aquella escuela práctica que sabrían tapar las avenidas por donde un día amenazaría desbordarse de nuevo el desenfreno de los genios como el de Rosas; las palabras «tiranía», «despotis—mo», tan desacreditadas en la prensa por el abuso que de ellas se hace, tienen en la República Argentina un sentido preciso, despiertan en el ánimo un recuerdo doloroso; harían sangrar, cuando llegasen å pronunciarse, todas las heridas que han hecho en quince años de espantosa recordación.

Día vendrá que el nombre de Rosas sea un medio de hacer callar al niño que llora: de hacer temblar al viajero en la obscuridad de la noche. Su cinta colorada, con la que hoy ha llevado el terror la idea de las matanzas hasta el corazón de sus vasallos, servirá más tarde de curiosidad nacional que enseñaremos á los que, de países remotos, visiten nuestras playas.

Los jóvenes estudiosos que Rosas ha perseguido, se han desparramado por toda la América, examinando las diversas costumbres, penetrando en la vida íntima de los pueblos, estudiando sus gobiernos, y visto los resortes que en unas partes mantienen el orden sin detrimento de la