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Página:Facundo - Domingo Faustino Sarmiento.pdf/249

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Facundo

natural de la República con sus atrocidades, Montevideo se agrandaba en un año hasta hacerse una ciudad floreciente y rica, más bella que Buenos Aires y más llena de movimiento y comercio. Ahora que Rosas ha llevado la destrucción á Montevideo, porque este genio maldito no nació sino para destruir, los emigrados se agolpan á Buenos Aires, y ocupan el lugar de la población que el monstruo hace matar diariamente en el ejércitos, y ya en el presente año, propuso á la Sala enganchar. vascos para reponer sus diezmados cuadros.

El día, pues, que un gobierno nuevo dirija á objeto de utilidad nacional los millones que hoy se gastan en hacer guerras desastrosas é inútiles y en pagar criminales, el día que por toda Europa se sepa que el horrible monstruo que hoy desola la República, y está gritando diariamente «muerte á los extranjeros», ha desaparecido, ese día la inmigración industriosa de la Europa se dirigirá en masa al Rio de la Plata; el «nuevo gobierno» se encargará de distribuirla por las provincias; los ingenieros de la República irán á trazar en todos los puntos convenientes los planos de las ciudades y villas que deberán construir para su residencia, y terrenos feraces les serán adjudicados; y en diez años quedarán todas las márgenes de los ríos cubiertas de ciudades, y la República doblará su población con vecinos activos, morales é industriosos. Estas no son quimeras, pues basta quererlo y que haya un gobierno menos brutal que el presente, para conseguirlo.

El año 1835 emigraron á Norte—América quinientas mil seiscientas cincuenta almas; ¿por qué no emigraría á la República Argentina cien mil por año, si la horrible fama de Rosas no los amedrentase? Pues bien, cien mil por año, harían en diez años un millón de europeos industriosos diseminados por toda la República, enseñándonos á trabajar, explotando nuevas riquezas, y enriqueciendo al país con sus propiedades; y con un millón de hombres civilizados la guerra civil es imposible, porque serían menos los que se hallarían en estado de desearla. La colonia escocesa que Rivadavia fundó al Sur de Buenos Aires, lo prueba hasta la evidencia; ha sufrido de la guerra, pero ella jamás ha tomado parte, y ningún gaucho alemán ha abandonado su trabajo, su lechería ó su fábrica de quesos, para ir á corretear por la pampa.

Creo haber demostrado que la revolución de la Repú-