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Página:Facundo - Domingo Faustino Sarmiento.pdf/252

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Domingo F. Sarmiento

La primera de estas proclamas, sin fecha, pertenece sin duda al año 1829, cuando, después de haberse rehecho de la derrota de la Tablada, vino á San Juan y á Mendoza.

La segunda está datada de San Luis, de letra manuscrita, y la traía impresa desde Buenos Aires para ir esparciendo por los lugares de su tránsito. La tercera precedió á la salida del ejército destinado á combatir al general La Madrid en Tucumán y alude á la reciente muerte de Villafañe.

Al pie de un decreto de la Junta de Representantes de Mendoza, en que se permitía circular en la provincia papel—moneda de Buenos Aires, Facundo Quiroga hizo publicar la siguiente postdata que tiene todos los caracteres de sus anteriores proclamas: la jactancia, el enredo de la frase, y su prurito de aterrar.

«El infrascripto», dice, «en vista del proyecto de ley que antecede, protesta por lo más sagrado de los cielos y de la tierra, que el papel—moneda no circulará en las provincias del interior, mientras él permanezca en ellas, ó partidarios de fan detestable plaga pasen por su cadáver, pues que, viendo la justicia de su parte, no conoce peligro que lo arredre, ni le haga desistir de buscarlo, como lo hizo por sí solo á su cuenta en los años 26 y 27, contra todo el poder del presidente de la República don Bernardino Rivadavia, cuándo quiso ligar las provincias al carro del despotismo por medio de los Bancos subalternos de papel—moneda, y con el sano fin de abrir un vasto campo á los extranjeros para que extrajesen de ellas el dinero metálico, San Juan, Septiembre 20 de 1833.

Juan Facundo Quiroga.

PROCLAMA Pueblos de la República: Destinado por el general que os dieron los RR. Nacionales, á servir de jefe de la segunda división ejército de la Nación, ningún sacrificio he omitido por desempeñar tal alta confianza. Los enemigos de las leyes, los asesinos del encargado del poder hacional, los insurrectos del ejército y sus vendidos secuaces, ningún medio omiten para emponzoñar los corazones y prevenir á los incautos que no me conocen. La perfidia