Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/1152

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ta, acompañó al coronel Julián de la Llana cuando éste se levantó en armas a favor de la restauración constitucional, primero en pleno invierno de 1875, en la tentativa audaz pero aislada que epilogó emigrando al Brasil, y luego cuando el alzamiento del país tuvo caracteres generales, en setiembre del propio Año Terrible.

Por su prestigio personal y su total conocimiento de la zona del Este, Santa Cruz fué uno de los oficiales que la Junta Revolucionaria que funcionaba en Buenos Aires, eligió para formar parte de la expedición naval de la “Carolina”, cuyo cometido especial era proveer de armas y municiones a las fuerzas del coronel de la Llana, desembarcando en la costa de Maldonado.

En desempeño de este cometido le tocó pelear y poner en derrota al vapor de guerra gubernista “Artigas”, el 14 de noviembre, en aguas de Maldonado.

Vencida la Tricolor, gracias al número superior de los elementos de que pudo disponer el gobierno de facto, a los que se unían la traición y las defecciones compradas con los dineros públicos, Santa Cruz buscó refugio en el extranjero yéndose a vivir al Brasil, con el propósito de no regresar al país mientras no se restaurara el imperio de las leyes.

En 1880, modificado el gobierno cuando el ex-dictador Latorre se vió en el caso de dejar el mando y abandonar la República, el nuevo presidente Francisco A. Vidal, en una tentativa de pacificación de los espíritus que no tuvo éxito, le otorgó el ascenso a capitán con fecha 22 de junio, confiando en que volvería sobre sus pasos.

Idéntica actitud había asumido Vidal con porción de otros jefes, lo mismo colorados que blancos, viendo satisfechos sus propósitos.

Pero Santa Cruz respondió en el mes de julio solicitando la baja absoluta del ejército “en virtud de haber resuelto separarse del servicio de las armas”, y la superioridad según correspondía, hubo de acceder al pedido con fecha 24 del mismo mes.

Durante la presidencia del general Santos, sucesor de Vidal, este militar, antiguo camarada de Santa Cruz en la campaña de 1870-72, empeñado a su turno en ganar voluntades, lo invitó a volver, con la promesa de reincorporarlo a los cuadros militares y ascenderlo a sargento mayor. Santa Cruz, agradecido al ofrecimiento, permaneció irreductiblemente en la posición adoptada. “Contesté — escribe a un amigo — que tenía confianza en el porvenir y que la pobreza no me afligía”.

Hermosa fe que no tuvo que sostenerlo mucho tiempo, pues dejó de existir en Santa Catalina, a los treinta años de edad, el 28 de julio de 1883.

En 1886, durante la presidencia del general Tajes, los amigos — pensando que la época esperada había llegado — promovieron una cuestación para repatriar sus restos.

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