dad, causas circunstanciales. Poco duró el paréntesis en el servicio, pues con fecha 9 de julio de 1901 se le destinaba al Regimiento de Caballería N° 2.
Capitán graduado el 20 de febrero de 1902, siendo comandante del 2° escuadrón, tuvo la efectividad el 25 de agosto, llegando a sargento mayor graduado el 31 de diciembre del mismo año.
El 3 de febrero de 1903 pasaba a ser 29 jefe del Regimiento de Caballería N° 6. y el 5 de abril 1904, en días del movimiento revolucionario nacionalista, se le hizo jefe del Regimiento 2° de Caballería de Guardias Nacionales de la Colonia. Sargento mayor efectivo el 11 de mayo y teniente coronel graduado en la misma fecha, con antigüedad de 14 de enero, el 16 de julio se recibió de la jefatura interina del Regimiento 5° de Caballería de línea, unidad integrante del Ejército del Sur. La intervención permanente y movida de este ejército en la dura y sangrienta lucha desarrollada casi siempre en la zona Este de la República, dió al comandante Suárez múltiples ocasiones para demostrar las hermosas condiciones militares que lo asistían, jefe despierto y de valor sobresaliente, en quien sin duda afloraba la herencia cercana.
Por tantas razones, que se unían a un atractivo personal que faltó a su padre, Atanasildo Suárez ganó rápida popularidad en el ejército y entre la masa partidista.
Con estos predicados, el 12 de noviembre del mismo año 1904 pasó a ser jefe del Regimiento de Caballería N° 6, de guarnición en la ciudad de Melo, la importante capital mediterránea, que hasta el vencimiento de la revolución nacionalista había sido centro de las actividades político-militares del partido, cuya máxima autoridad encarnara el extinto caudillo Aparicio Saravia, herido de muerte en Masoller.
Allí, por causas lógicas, florecían las pasiones bravías y al calor de la reciente derrota fermentaba latente un sentimiento de hostilidad hacia el gobierno de Montevideo, y hacia el ejército que había decidido el desenlace de la guerra.
En ese ambiente, un mozo de exaltado partidarismo y de ánimo accesible a la sugestión, concibió el criminal propósito de quitar la vida al comandante Suárez, y agrediéndolo a balazos, lo hirió mortalmente en momentos en que transitaba pacíficamente por la calle. Suárez, caído en el suelo, todavía respondió a la agresión, errando por sólo unos centímetros el proyectil, cuyas huellas quedaron marcadas en el cabello del asesino.
Aprehendido y sometido a la justicia en la cárcel de Melo, pocos días después, un soldado del Regimiento que mandara el infortunado comandante, estando de centinela del preso, lo último de un tiro, súbitamente arrebatado por el deseo de vengar a su jefe, por el cual, como sus compañeros, sentía adoración.