Desaparecido el general Garzón de la escena política, apenas firmada la paz de octubre de 1851, el Dr. Florentino Castellanos reunía todas las condiciones necesarias para ser electo Presidente de la República en un gran acto de transacción patriótica, pero los bajes intereses políticos quedaron triunfantes sobre los supremos intereses de la nación.
Votado presidente Juan Francisco Giró, fué llamado por éste para confiarle la cartera de Gobierno y Relaciones Exteriores el 1° de marzo de 1852.
En ese carácter acompañó al primer magistrado en su memorable recorrida por los más extremos departamentos de la República, mientras interinaba su puesto el ministro de Guerra coronel Flores.
El estado del país exigía a los hombres de gobierno una inmensa tarea de reconstrucción y el Dr. Castellanos se dedicó a ella con inteligencia eficaz, de que son prueba cantidad de leyes, decretos y reglamentos de su firma,
En lo que toca a la parte política, se halló habilitado para poder decir en algún instante de su vida, que mientras permaneció en su Ministerio “no se derramó una gota, de sangre, no se derramó una lágrima y no hubo un solo expatriado, respetados en todo momento los hombres y las instituciones”.
Se mantuvo en el gabinete hasta el 4 de julio de 1853, en que entró a sustituirlo Bernardo P. Berro, pues la presión de los antiguos elementos del Cerrito exigía una rectificación de rumbos que resultaría funesta.
Volvió Castellanos a su estudio jurídico sin que por eso abandonase el servicio del país, sea en cometidos facultativos como presidente de la comisión encargada de estudiar y revisar el Código Civil y el de Comercio, sea en carácter de diplomático, nombrado el 26 de octubre de 1855, con plenos poderes para redactar el tratado de Amistad, Comercio y Navegación entre la República y la Gran Bretaña, junto con el Ministro de S. M. Eduardo Thorton.
En noviembre de 1855, en medio de la terrible crisis de gobierno que planteaba la nueva revolución de los conservadores, el presidente del Senado en ejercicio del Poder Ejecutivo, Manuel Basilio Bustamante, lo designó Ministro general por decreto del día 25, y él aceptó a título provisorio y por el tiempo necesario para sortear las graves dificultades de la hora. Inmediatamente, los “ciudadanos en armas” declararon que considerando al Ministerio general del Dr. Castellanos como suficiente garantía, lo aceptaban como solución de la crisis. El 27 quedó concertado un acuerdo entre el Ministro y José María Muñoz, jefe de la ciudadanía rebelada,
Al día siguiente el Poder Ejecutivo tiraba un decreto por el cual, “atento lo expuesto por el Ministro general al recibirse de ese cargo, ce-