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Comercio de la 1ª Sección en acuerde de marzo del año siguiente.

Votado representante por Salto para la 10ª legislatura en 1870, no ingresó a la cámara, pues su diploma fué invalidado. Suplente convocado para la legislatura siguiente, en 1874, tampoco ingresó y por esos años teñía afiliación en el Partido Radical, en cuya prensa colaboraba.

Rico por herencia y dueño de un acreditado estudio jurídico, el doctor Castellanos fué por un período Cónsul de Chile en nuestro país, para lo cual el cuerpo legislativo le habla otorgado la correspondiente venia en 1888.

Aunada su retracción de la política a un carácter que llegaba a ser difícil y la independencia de una posición económica que le permitía adoptar actitudes personales, la resolución del Presidente de la República Dr. Julio Herrera y Obes, llamándolo a ocupar un puesto en el gabinete el 2 de marzo de 1891, fué muy bien recibida.

Tocaba a Castellanos inaugurar — diremos así — el Ministerio de Fomento, Secretaría de Estado que venía de crearse el 6 de febrero con nuevo titulo y conforme a un nuevo decreto orgánico de las atribuciones de las secretarias de Estado.

La expectativa que originó el nombramiento desvanecióse, cuando apenas transcurridos dos meses de labor, el ministro dimitió el 8 de mayo, sin que se expresara en la renuncia de modo concreto los motivos que pudieran explicar esa actitud.

Reintegrado a su estudio y a sus estancias, la dictadura de Cuestas o a buscarlo incluyéndolo como miembro vigésimo tercero en la lista de ciudadanos colorados que entraban a formar parte de un Consejo de Estado que debía actuar en funciones de Asamblea Legislativa, Persuadido, sin embargo, el Dr. Castellanos, a poco andar, que las funciones del Consejo no pasaban de ser puramente nominales y decorativas, elevó la renuncia fundamentada y clara, que correspondía a un ciudadano a quien no ataban ni ambiciones ni compromisos subalternos. Semejante actitud ante el tácito convenio de parcialidades y hombres políticos, de no contradecir ni excitar al dictador a pretexto de que era hombre de muy mal genio a quien debía contemplarse en cualquier caso, produjo una impresión desusada. Y mientras el Consejo aceptaba la renuncia sin decir palabra, Cuestas, desde las columnas de "La Nación” en que escribía, reeditó contra el consejero dimitente procacidades semejantes a las que le había prodigado el presidente Máximo Santos a raíz de una incidencia ocurrida entre ambos en 1885 Lo acusó además de haber sido uno de los primeros que le sugirieran el plan de proclamarse dictador y de haber pasado la vida a la sombra de un pabellón extranjero, alusión a los años en que había sido cónsul chileno.

Liquidado este episodio y no precisamente en perjuicio de Castellanes, éste no volvió a figurar en la

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