zona Este a las órdenes del general Félix Eduardo Aguiar, siendo gravemente herido. Más tarde, en la misma región, tuvo por jefes a los coroneles Fortunato Silva y Venancio Flores y llegó a ser ayudante mayor en marzo de 1844.
Atravesado de un lanzaso que le entró por la espalda en un encuentro aislado con fuerzas oribistas en diciembre de 1845, cuando tenía galones de capitán, un amigo y conterráneo, Timoteo Aparicio, que servía entre los contrarios, oficial igual que Castro, le salvó la vida. Prisionero en la división que comandaba el general entrerriano Justo José de Urquiza, se le hizo marchar rumbo al norte hasta que vadeado el Uruguay por arriba de Salto Grande, vino a encontrarse en territorio argentino. Desde entonces tuvo que tomar servicio con Urquiza — a quién le debía la existencia — pues dada la barbarie imperante en los ejércitos rosistas, el destino de los prisioneros estaba sellado.
Bajo el mando del capitán general hizo la campaña de Corrientes y por su buena actuación se le confirieron los despachos de sargento mayor argentino.
Cuando Urquiza, sublevado contra el tirano de Buenos Aires, vino con sus ejércitos a destruir los de Oribe sitiador de Montevideo, en 1851 Castro volvió a la patria con ellos comandando un escuadrón de caballería y una vez logrado el propósito del gobernador entrerriano, continuó a sus órdenes en la campaña que finalizó con el triunfo de Caseros, el 3 de febrero de 1852.
En las luchas subsiguientes entre Urquiza y Buenos Aires mantúvose fiel a su protector, combatiendo por él en las campañas de Cepeda y de Pavón, y siendo promovido a coronel de caballería el 12 de diciembre de 1861.
El general uruguayo Venancio Flores, que en estas contiendas tenía peleado a favor de Buenos Aires en el ejército de Mitre, y que en 1863 se preparaba a invadir nuestro país en son de guerra, solicitó la cooperación de Enrique Castro, su antiguo oficial en la Guerra Grande y Castro, como es de suponerse, estuvo a sus órdenes, no obstante los empeños de Urquiza para retenerlo a su lado pues no simpatizaba con la empresa de Flores; antes bien, favorecía al gobierno de Montevideo, proporcionándole elementos bélicos y más adelante hasta divisiones armadas.
El jefe revolucionario había hecho una verdadera adquisición al ganarse a Castro, cuyo prestigio le permitió reunir un contingente de más o menos 250 hombres equipados a su propia costa, con los cuales vadeó el Uruguay por San Gregorio, departamento de Salto, el 25 de setiembre de 1863, yendo a incorporarse casi en seguida el general Flores, en campaña desde el 19 de abril.
Castro, que se distinguía por la rapidez de sus movimientos, fué nombrado jefe de Estado Mayor y jefe de las fuerzas al Norte del Río