haberse dado la circunstancia de no estar Castro en el ejército, pues desempeñaba una comisión militar, libróse de entrar en la capitulación de Quinteros, tan indigna y trágicamente, violada en febrero de 1858. Aplastados los compañeros, enderezó Castro con algunos hombres a sus órdenes, en busca del Río Uruguay, peleando o esquivando diversas fuerzas enemigas, Vadeado el caudaloso río, los fugitivos halláronse a salvo en tierra argentina donde gobernaba el capitán general Justo José de Urquiza. Amigo de su hermano Enrique y su conocido de otras épocas, el caudillo entrerriano protegió a Castro conforme solía hacerlo con los militares uruguayos que los azares de la guerra llevaban a su provincia, y lo puso al frente de una de sus estancias a fin de que la administrara.
Apalabrado con el general Venancio Flores en los aprontes para la revolución que este jefe colorado proyectaba traer al país, desempeñó varias comisiones de importancia en Buenos Aires y el litoral del Uruguay y luego de estallar el movimiento, su buena amistad con militares entrerrianos continuó siendo útil a la causa, facilitando el pase de armas y hombres. Todo esto sin perjuicio de haber participado algunos meses en las operaciones de campaña, lo que le significó el ascenso a coronel el 19 de mayo de 1865, cuando los suyos triunfaron.
En junio de este mismo año se le designó Cónsul de la República en Concordia de Entre Ríos, hasta el 2 de diciembre siguiente, fecha en que pasó al ejército de operaciones contra el Paraguay, participando con eficacia en el servicio de remonta, para reintegrarse a su puesto consular en abril de 1868.
Avecinado y bien visto en el Salto, su rincón natal, como jefe de orden que era, el presidente Batlle lo hizo jefe político del departamento con fecha 18 de marzo de 1869, siendo sustituido en 1870; cuando convulsionada la República por el coronel blanco Timoteo Aparicio, Castro pasó a servir en el ejército gubernista que comandaba su hermano el general Enrique. Allí tuvo a sus órdenes las fuerzas movilizadas de Salto y Tacuarembó, siendo una columna de su mando la que derrotó en Chafalote al comandante Ignacio Mena, cuyo cuerpo quedó en el campo, y fué jefe de Estado Mayor en la jornada de Manantiales, victoria de las armas del ejército legal.
Adicto al gobierno surgido del motín del 15 de enero de 1875, aunque no tuvo papel efectivo contra las fuerzas de la Reacción Nacional, fué adicto. igualmente a las situaciones de Latorre y de Santos, y cuando en 1886, su hermano el general Enrique Castro conjuntamente con el general José Miguel Arredondo, trajeron a la República una formidable revolución, cuya mira era concluir con una sucesión de gobiernos insoportables y anacrónicos, el director de la guerra, teniente general Máximo Santos, destinó a Castro — he-