Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/321

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dose de agrimensor y tuvo ocasión, en el ejercicio, de conocer de cerca necesidades del país y la posibilidad de encararlas con criterio realista.

En momentos en que se organizaba en la República Argentina el movimiento revolucionario de 1886 contra la insoportable dominación política del general Santos, acompañó a su padre, el General, en calidad de Secretario, y como soldado del ejército invasor hallóse en la batalla de Quebracho el 31 de marzo del mismo año.

Ayudante de órdenes del jefe, fué Juan José Castro el que a indicación suya levantó la bandera de parlamento, mientras el General, sin querer rendirse, abandonaba el campo de la derrota.

El gobierno de Tajes, con la evolución política que significaba, le permitió regresar a la República y aquí, sin haber llegado a concluir los cursos de ingeniería, se contrajo al estudio de problemas de entidad, tocantes no sólo a las necesidades y al futuro del país, sino a otros de tan vastas proyecciones internacionales como los que dicen con la unidad ferroviaria del continente americano, trabajo des veces laureado en el extranjero y dado a la imprenta en 1892.

Electo Presidente de la República Juan Idiarie Borda, nombró a Castro pará Ministro de Fomento de su primer gabinete el 24 de marzo de 1894.

A poco de estar en él, detuvo la marcha de la ley que autorizaba la Puerto de Montevideo, por entender que no existía ni plan serio ni estudios científicos que fuesen garantía para abordar una obra de tal naturaleza y magnitud y el día en que dejó la cartera, el trascendental asunto, gracias a la labor ímproba del ministro, estaba ya en el terreno de la práctica y de los hechos.

Solucionó con entero éxito el complejo problema que planteaba la cuestión de los ferrocarriles del Oeste, arreglo que por sus efectos en Inglaterra hizo posible, más tarde, la financiación del Banco de la República.

La nueva estructura del Departamento Nacional de Ingenieros, el proyecto de la oficina de Catastro, la canalización de varios ríos y arroyos que pudieron librarse a la navegación y un cúmulo de iniciativas y reformas que no es dado enumerar aquí, pero que están consignados en 36 volúmenes impresos, señalan el pasaje por el gobierno de este ciudadano consagrado, con noble empeño a servir al país.

Su rectitud de carácter y su contextura moral, se hallan certificadas por la declaración de Eduardo Acevedo Díaz, el más enconado enemigo de la situación política de que Castro formaba parte, el cual declaró bajo su firma que en ningún momento había hecho blanco de un ataque al ministro Castro.

Alejado del gobierno por los sucesos que subsiguieron a la desapa-

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