Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/438

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trucción Pública en 1869, vocal del Consejo Consultivo de la Escuela de Artes y Oficios en 1886, etc.


EREÑO, DOMINGO

Sacerdote católico, vasco español, vizcaíno, nacido en 1810, cuyas actividades políticas en nuestro país, su patria de adopción, y en la provincia de Entre Ríos, ha permitido decir que estaba llamado a ser soldado de caballería antes que de las milicias de una iglesia.

Teniente cura del Cordón al principiar el sitio de Montevideo, en 18343, al clausurarse su templo marchó al Cardal, en donde acampaba el general Manuel Oribe. Este lo tomó bajo su protección y Ereño fué cura de la Capilla de la Mauricia, primero, y después párroco de la iglesia de San Agustín, fundada por el titulado Presidente en el pueblo de Restauración, rebautizado Unión recién el 28 de julio de 1852.

Fanático partidario de Oribe, en diciembre del 53 el gobierno del triunvirato lo extrañó del país por la exaltación de sus opiniones, que lo tornaban elemento peligroso para la tranquilidad pública. El alejamiento forzado del general Oribe, dispuesto por las autoridades, fué lo que determinó esta actitud belicosa de Ereño, a quien un comisario de policía hizo presente que en término de horas debía abandonar la República. Marchó sin más que lo puesto y un cáliz de oro, que luego su sucesor en el curato iba a reclamar como propiedad de la iglesia.

Al ocupar la presidencia el coronel Venancio Flores — cuyas veleidades católicas eran notorias — sus amigos y feligreses pretendieron aprovechar la oportunidad para solicitar, corporativamente y por escrito, que se amnistiase al belicoso cura, permitiéndole su regreso a la República y a su parroquia de San Agustina, La petición resultó frustránea, conforme volvió a suceder en 1857, cuando gobernando Gabriel A. Pereira, los fieles de la Unión renovaron la tentativa.

Avecindado desde el primer día de su extrañamiento en la provincia de Entre Ríos, cultivó allí las mejores relaciones con el gobernador general Justo J. de Urquiza, cuya causa abrazó con el calor que el párroco de San Agustín ponía en todas sus cosas. De este modo, se le halla lo mismo recomendándole a Basterrica el reclutamiento de antiguos vascos blancos del Cerrito como Gurruchaga, Chaquetúa, etc., para formar en Entre Ríos una legión de honor a servicio de su poderoso amigo, en carta fechada en Concepción el 30 de junio de 18359, que entregado a actividades no precisamente espirituales.

Puesto a cargo de la parroquia de Villaguay en 1854, ocupó mucho tiempo ese destino, pasando luego a residir en Concepción del Uruguay a fin de estar en contacto más directo con Urquiza. Logró aquí una situación espectable, llegando a ser

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