Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/437

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por el superior gobierno, declararon renunciar colectivamente, salvando su propia dignidad”. Ellauri presidió la sesión y firmó el acta, labrada el 31 de marzo.

Obedeciendo a ineludibles compromisos políticos a la hora de triunfar la revolución colorada del general Flores, abandonó sus lecturas y sus discípulos para ocupar el cargo delicado y abrumador de Fiscal de Gobierno y Hacienda, que se le dió por decreto de abril de 1865.

Importante ascenso en el escalafón administrativo significaba la Fiscalía, pero Ellauri hizo renuncia de ella después de servirla a satisfacción general, en agosto del 67, ansioso de reintegrarse a sus clases.

Diez años habían pasado desde su vuelta a la cátedra, cuando una disposición dictatorial del coronel Lorenzo Latorre de 12 de enero de 1879, por la cual se decretaba la libertad de estudios, suprimió las aulas universitarias de filosofía, matemáticas, geografía e historia.

Entonces su estudio, en la casa paterna de la calle Misiones, se convirtió en punto de reunión de discípulos y ex-discípulos, con los cuales el maestro platicaba y discutía, adoctrinándolos con la misma dedicación que en la cátedra oficial,

En marzo de 1883, el ilustre profesor tuvo la reparación que siempre esperaba lleno de confianza, cuando el gobierno de Santos le confió de nuevo el aula de filosofía restablecida. La regenteó hasta que, obligado por la salud, se jubiló en marzo de 1888.

Calmoso y sonriente, ajeno a las grandes agitaciones y a las grandes luchas de la vida, sin fiebre de fortuna ni espejismos de gloria, enseñó cuarenta años de filosofía dentro de un marco de espiritualismo ecléctico,

Discutía con sus más inteligentes alumnos — escribió uno de ellos — positivistas convencidos, para Concluir siempre, con Víctor Cousin, en que los sistemas tienen ciclos — períodos de auge y decadencia — y que como éstos no pasan de los 25 años, el positivismo caería a su tiempo.

Y se ha visto, al fin, como los hechos vinieron a dar la razón al viejo maestro que con su barba blanca, su bigote afeitado y su levita negra cruzada, invariable, parecía a Manuel Herrero y Espinosa, un personaje francés de la República del 48.

El cariño casi filial de los que habían sido sus alumnos, hizo objeto a Don Plácido de un expresivo homenaje público al cumplir los 78 años en octubre de 1893. Un poco más y la emocionante demostración no hubiese podido efectuarse, pues al cabo de dos semanas, el día 22, el Maestro dejó el mundo con la misma tranquilidad antigua de su vida.

Aparte de las funciones docentes que se llamarían básicas, el Dr. Plácido Ellauri había sido miembro de la Junta E. Administrativa en 1868, vocal y director del Instituto de Ins-

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