Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/559

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do a la calle Colón durante la Defensa y existente en la calle Sarandí en 1859. Al primitivo plantel de maestros siguieron sucesivamente otros regulares, entre los que merece particular mención Francisco Mata.

La indiscutible y especial preparación de Giralt y sus cofrades en materia de enseñanza, acreditaron prestamente el por otra parte bien equipado establecimiento docente, donde si bien imperaba un régimen muy severo, que hasta llegó a tacharse de cruel, el sectarismo religioso pasaba cuando menos inapercibido.

Giralt, que por obediencia a sus padres había ingresado en la Orden y que revestía carácter sacerdotal, con licencias otorgadas por el Vicariato para decir misas, predicar y confesar, tenía el espíritu pronto para desvincularse de toda congregación religiosa, conforme luego lo hizo “porque no podía transigir con su conciencia”, aunque sin darle publicidad; para concluir afiliándose a una logia masónica.

En toda su larga carrera de maestro, sin embargo, la regla inicial de pobreza fué rígida regla de su conducta, pues su desinterés sólo era comparable con su vocación docente y lo extenso de sus conocimientos.

Profesor de latino en el Instituto de Instrucción Pública; contó asimismo entre los miembros de la Comisión.

Su calidad profesional ha quedado de manifiesto en breves obras didácticas de que fué autor, tituladas “Elementos de Moral”, “Tratado de las oraciones latinas” — su obra criterio de Orestes Araújo — y la “Geografía física de la República O. del Uruguay”, en cuyas páginas rectificó porción de que se consagraban en textos extranjeros.

Sin anquilosarse aferrado a los métodos básicos de su carrera inicial, evolucionó el maestro para seguir viviendo en el tiempo, de modo que la Reforma de Varela, tan radical como pudo ser, ni lo sorprendió, ni tuvo inconveniente en adherir a ella con plenitud de espíritu.

Inspector de Escuelas de Montevideo en 1876, sirvió un trimestre después de vigente la nueva ley de enseñanza, pero tareas tan amplificadas de ésta — las escuelas de Montevideo habíanse elevado al número de sesenta y cuatro — eran superiores a las energías del maestro, al filo de los ochenta años. Se vió en la precisión de solicitar una licencia sin término, a la cual puso fin el decreto del Gobierno Provisorio, que “justo apreciador de sus méritos y servicios prestados a la educación, a la que había consagrado su existencia como a un noble y elevado sacerdocio”, y atento a que el retiro legal que pudiera corresponderle era de una exigüedad “que ro bastaría a llenar las más apremiantes exigencias de su modesta vida y considerando que sus relevantes

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