racterizado su dibujo con algo de personal, nuestro compatriota Antonio Bachini que redactaba “El Diario” de Buenos Aires, decidió a Giménez a trasladarse a la capital donde el ambiente era propicio a un artista.
En 1898 dió comienzo a su labor en el semanario porteño “Caras y Caretas”, trasplantado con singular éxito al otro lado del río, pasando después a “El Gladiador”, publicación que duró poco y luego a la revista “Vida Moderna”, hebdomaderio fundado en compañía de su hermano Arturo, en el cual volcó lo mejor de su infatigable juventud trabajadora.
Pero la tarea sin tregua, el diario afán y la preocupación excesiva de la empresa repercutieron en el organismo de Giménez, cuyo corazón desacompasado falló prematuramente, arrebatándolo a la vida en ltuzaingó, localidad vecina a Buenos Aires, el 4 de noviembre de 1910.
Retratista por excepción; ilustrador de imaginación pronta y dúctil, cartelista triunfador, Giménez Pastor fué ante todo y siempre, un caricaturista.
Su manera de hacer, formada de influencias europeas y norteamericanas, tomó luego, por asimilación, un rasgo suyo, típico y personal, pasando a ser de adentro a afuera, lo que había sido antes de afuera a adentro.
Ni ligero ni vano, “no enamorado de lo grotesco por lo grotesco” tampoco, supo en cambio el talentoso compatriota hermanar el rasgo serio, demasiado sintético muchas veces, con un hondo espíritu de observación y de expresión.
GIRALT, PEDRO
Benemérito educacionista, con cuarenta años de servicios a la causa escolar de la República.
Catalán, nacido en 1802, vino a nuestro país en la presidencia de Oribe en 1836, formando parte de un grupo de tres maestros que integraban Antonio Masramon y Sebastián Llobateras, pertenecientes como él a los Escolapios, nombre dado a los clérigos regulares de la Orden católica de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, destinadas a la enseñanza de la juventud, fundada por el español San José de Calasanz en 1597.
La presencia de los Padres Escolapios en el Río de la Plata, respondía al propósito de establecer una escuela en Buenos Aires bajo patrocinio oficial, pero a intervención de José Gestal y Miguel A. Vilardebó, el general Oribe, entonces Presidente de la República, consiguió que pasaran a Montevideo donde hallarían facilidades para la proyectada casa de enseñanza. Para ayudar a los gastos más indispensables se abrió una suscripción pública que el Presidente y sus Ministros encabezaban.
Establecido el Colegio en la calle Buenos Aires, en 1837 tuvieron lugar los primeros exámenes y su actividad duró treinta años, traslada-
