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tor Julio Herrera y Obes ocupaba la presidencia de la República,

El 3 de febrero de 1884 — aniversario de la victoria de Caseros — la Asamblea Nacional le había votado al mismo tiempo que al Dr. Andrés Lamas una pensión mensual de quinientos pesos, que al mismo tiempo que amparaba su ancianidad sin fortuna, era el justo premio a los servicios rendidos al país en la época de la Defensa de Montevideo.


HERRERA Y OBES, MIGUEL Ernesto

Ministro y hombre político, nacido en Montevideo el 14 de marzo de 1843, hijo del Dr. Manuel Herrera y Obes y de Bernabela Martínez.

Cursó estudios de derecho en nuestra facultad, graduándose de licenciado en jurisprudencia en el año 1869.

En la presidencia del Dr. Ellauri. por decreto de 6 de octubre de 1874, se le nombró Fiscal de lo Civil y Criminal, pero no estuvo en el cargo sino poco tiempo, sobreviniendo luego los períodos de gobierno extra-legales, en cuya época tuvo un puesto activo en las filas de la oposición principista.

Dedicado a la profesión demostró ser un verdadero jurisconsulto.

Organizado en 1880 el partido que se llamó “Constitucional”, hizo abandono de la divisa histórica de su familia para sumarse al número de sus adeptos, seducido por la halagüeña perspectiva de una agrupación nueva de confraternidad y concordia, y fué uno de los redactores de “El Plata”. Más tarde volvió al viejo campo al convencerse que el constitucionalismo había perdido la fuerza moral originaria.

En 1890, el voto de la Asamblea General lo distinguió con la designación de miembro del Tribunal Superior de Justicia, donde su paso fué corto, pues dimitió el puesto al ser electo diputado por Montevideo para el trienio 1891-94 y en uno de sus períodos ocupó la presidencia de la cámara.

El presidente Idiarte Borda lo hizo Ministro de su primer gabinete el 29 de marzo de 1894, confiándole la cartera de Gobierno, destino que tuvo a su cargo Basta el día en que aquel magistrado cayó víctima de un atentado el 25 de agosto de 1897.

Pasó el Ministro a través de un combatido y escabroso ciclo de nuestra política — ardiente de pasiones bravías — sin que su nombre ni su honradez se vieran envueltos en ninguna de las múltiples acusaciones elevadas contra los hombres de la situación.

Con el fin de su periodo ministerial, puede decirse que principió para el Dr. Miguel Herrera y Obes una penosa era de persecuciones políticas injustificadas, que se extendieron a toda la administración presidida por Juan Lindolfo Cuestas y amargaron hondamente su existencia.

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