Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/641

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Fué desterrado a Buenos Aires, encerrado en la fortaleza del Cerro y encarcelado varias ocasiones, involucrándosele en conspiraciones casi siempre imaginarias o fraguadas por una policía indigna.

Soportó estas vejaciones y estos ataques con verdadero estoicismo y después de rechazar la banca legislativa que le ofrecieron sus correligionarios del Salto, contrájose una nueva vez, exclusivamente, a las tareas profesionales abandonadas, buscando afrontar la precaria situación a que estaba reducido.

En esta ruda labor vinieron a hallarle los sucesos políticos y el alzamiento nacionalista subsecuente a la elección presidencial de José Batlle y Ordóñez, el 1° de marzo de 1903. Puso de lado, entonces, antiguos antagonismos y tomó el puesto que le reclamaba su partido, aceptando la jefatura del séptimo batallón de Guardias Nacionales de la Capital, que le fué conferido por el gobierno.

Una dolencia al corazón de la cual venía padeciendo desde hacía tiempo, lo arrebató e la vida repentinamente el 2 de abril de 1903.


HERRERO Y ESPINOSA, MANUEL De la Cruz

Ministro, legislador y hombre de letras. Nació en Mercedes el 3 de mayo de 1861, hijo de un comerciante español, Manuel Herrero y de Aurelia Espinosa.

Luego de terminar en su ciudad natal los primeros estudios, pasó a Montevideo, donde hizo cursos universitarios, bachillerándose y luego graduándose de doctor en jurisprudencia en 1882.

Ciudadano llamado a tener participación activa en la política nacional, su iniciación en la vida la hizo anticipándose todavía al campo profesional en el campo de la literatura, como redactor fundador de “La Revista del Plata”, semanario de ciencias y letras que apareció en la capital en junio de 1880, publicación de particular destaque entre similares por la calidad del material.

Sus cuidados artículos y sus versos — de bella factura y sentimiento romántico — reveladores de una fina sensibilidad, le dieron puesto distinguido entre los elementos intelectuales contemporáneos, La Sociedad Universitaria le confió el honor insigne de hablar en representación suya en el entierro de Juan Carlos Gómez, en Buenos Aires, el 25 de mayo de 1884 y pronunció una hermosísima oración fúnebre.

Este mismo año, con motivo del aniversario de la muerte de José Pedro Varela, recordada con solemnes entregó a la imprenta una biografía del esclarecido pedagogo, excelente trabajo primo de casi 300 páginas, sobrio, bien arquitecturado y escrito en fácil a la par de pulida prosa.

Afiliado al Partido Nacionalista y en oposición abierta contra el go-

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