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mientras prestaba voluntariamente servicios humanitarios.

Sus restos, traídos al Uruguay, descansan en el Cementerio Británico de Montevideo.


LAGUNA, FRANCISCO

Militar, perteneciente a la familia del prócer del mismo apellido.

Al servicio de Oribe en la Guerra Grande, actúa en la Guardia Nacional del departamento de Colonia, en el que había nacido y donde aparece como alférez en 1847, para ascender a teniente 2° el 10 de julio del mismo año y a ayudante mayor el 6 de junio de 1851.

En la reacción armada de 1853-54 para reponer en el gobierno al fugitivo presidente Giró, Laguna tomó participación activa en el movimiento, siendo fuerzas a sus órdenes las que sorprendieron y dieron muerte en el pueblo de Dolores al Comandante Militar del departamento de Soriano, Timoteo Dominguez. (Ver este nombre).

Prueba la prestancia partidista y militar de Laguna, el hecho de que su nombre figure en la corta lista de jefes blancos a quienes se excluye expresamente del decreto de indulto y amnistía promulgado el 10 de enero de 1854 por el Gobierno Provisorio.

En la administración de Pereira se le confirió la jefatura del 2° regimiento de Guardia Nacional de la Colonia en setiembre de 1858, siendo teniente coronel, y con fecha 14 de febrero de 1859 fué nombrado Jefe Político del mismo departamento, cesando en este último cargo por orden superior en mayo de 1860.

Coronel graduado el 19 de setiembre de 1864, tomó la jefatura de la línea de defensas exteriores de Montevideo, conforme al decreto de 25 de enero de 1865.

Figuraba en aquellos días terribles de desorganización gubernista, ante el avance arrollador de Flores y sus aliados brasileños, entre los jefes más exaltados, dispuestos a medidas extremas, por cuyo motivo Atanasio Aguirre, que ejercía el Poder Ejecutivo, sospechando de que propugnaba por su deposición a fin de implantar una dictadura militar, lo obligó a presentar la renuncia que el coronel fundamentó en motivos de salud el 15 de febrero.

Al triunfo de la revolución colorada, Laguna, llevado por el deseo de revancha, fué a ofrecer su espada al presidente del Paraguay, Francisco Solano López, esperanza de los vencidos, cuyas huestes repondrían en el poder a su parcialidad política desalojada.

Mezclado en los terrores que desvelaban al “Supremo” cuando la suerte de la guerra se le hizo desfavorable, el coronel Francisco Laguna fué preso, sometido a juicio y a tormento, para concluir condenado a muerte.

Según declaraciones hechas en Buenos Aires el 15 de enero de 1869 por el capitán paraguayo Adolfo Sa-

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