Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/724

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se logró en ramos administrativos, especialmente en la percepción y cuenta de las rentas, la redacción y promulgación de los Códigos de Procedimiento Civil, Instrucción Criminal y Rural, las mejoras en los servicios de asistencia pública con la creación de los asilos maternales, el establecimiento de las leyes del Registro del Estado Civil, los notables progresos edilicios que contribuyeron a la transformación de Montevideo, y la trascendental reforma de la enseñanza primaria, el más saneado título, probablemente, de la administración de Latorre, y donde correspondió un mérito muy grande a su Ministro de Gobierno José María Montero (Ver José Pedro Varela.)

Cuando el régimen dictatorial había fracasado, y el país tuvo el convencimiento de que “la mano de hierro” en el gobierno es una engañosa ilusión como otra cualquiera, el coronel Latorre propúsose volver a la normalidad institucional para seguir mandando como Presidente de la República. En un simulacro de elecciones se votaron los senadores y diputados de la legislatura en 1878, y el Gobernador pasó a ser Presidente el 1° de marzo de 1879. Como el cúmulo de los problemas que gravitaban sobre la nación, que eran sobre todo de naturaleza económica, no dependían de tal o cual nombre del jefe del Poder Ejecutivo, las cosas siguieron como antes, si es que no empeoraron, ahogado el ex-dictador por lo que uno de sus jefes políticos llamó “el bonito dogal de las formas constitucionales”.

Latorre, sin norte y en descrédito, gastado después de cuatro años de gobierno, concibió el propósito absurdo de retornar a la dictadura, incapaz por otro lado, a causa de su natural absoluto y despótico, de ceñirse a normas preestablecidas.

En ese plan presentó renuncia de la presidencia el 13 de marzo de 1830, a cual debía seguirse un estado ficticio de caos, preparado por la policía para aterrorizar a la capital y luego presentarse él mismo como salvador del orden y vencedor de la anarquía.

El éxito de esta maquinación complicada y sí se quiere ingenua estaba asegurado, contando desde luego con el ejército. Pero en aquel ejército que en 1878 “respondía por su voz”, había en 1880 elementos que estaban hartos de su prepotencia y de su férula, ávidos de ser gobierno ellos mismos. Así, cuando presentada ya la renuncia a la Asamblea, los jefes de los cuerpos de la guarnición entraron a resolver — en consejo — lo que debía hacerse, el coronel Máximo Santos, jefe del 5° de Cazadores, propuso que la renuncia fuese aceptada por las cámaras, lisa y llanamente, y entrara a hacerse cargo del gobierno el vicepresidente de la República Dr. Francisco A. Vidal. Esta proposición decisiva y audaz, que contaba de antemano con la mayoría de los jefes, fué la que hizo suya la Asamblea General y

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