Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/801

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cosas corrientes y toleradas entonces — le valieron duros e injustificados castigos que soportó con toda dignidad.

Levantado en armas su partido a órdenes del general Flores, Martínez desertó del 2° batallón de Guardias Nacionales, donde estaba enrolado, y pasando a Buenos Aires vino a incorporarse a la Cruzada Libertadora para hacer toda la campaña, larga y penosa, teniendo especial destaque en la jornada de Pedernal.

Al concluir la guerra con el triunfo de Flores, era teniente 1° del batallón “24 de Abril”; capitán en mayo del propio año, pasó a formar con su cuerpo en el ejército expedicionario del Paraguay. Capitán de 1ª compañía, tomó el mando del batallón al caer herido en Yatay su jefe, el coronel Wenceslao Regules.

Lesionado a consecuencia de una rodada de caballo, vino a Montevideo donde protestó, en términos violentos, per la prensa, sobre ciertos ascensos concedidos en el ejército, lo que le valió ser amonestado y arrestado por la superioridad, A consecuencia de tales hechos pidió la baja del ejército, para lanzarse con su habitual ardor a la lucha política entablada entre conservadores y floristas.

Un rozamiento personal con José Cándido Bustamante, que parecía no tener más allá, trajo por consecuencia, sin embargo, un desafío de Martínez a su antiguo camarada de armas. El lance, por exigencias de aquél, hubo de concertarse en las condiciones más duras, y al primer cambio de balas Martínez fué alcanzado en el corazón, el 11 de marzo de 1866.

El encuentro fatal conmovió a Montevideo, al punto de que el Poder Ejecutivo se creyó en el caso de extrañar del país a Bustamante y a los padrinos del lance, Juan A. Ramírez, Eduardo Flores, Mario Pérez y Simón Patiño, por decreto de 14 de marzo, pero el 7 de abril la orden fué levantada en cuanto al duelista.

Compañero de causa de los redactores de “El Siglo” y hombre de pluma bien cortada y sin temores en el corazón, escribió para el diario desde el campo de operaciones en el Paraguay una serie de correspondencias. De ellas sin embargo, no se publicó sino una pequeña parte, pues la libertad de su prosa y lo acerado de sus juicios no cabían dentro de la literatura de un militar en servicio activo.

La íntima ligazón de Servando Martínez con la familia Ramírez, unida a la circunstancia de haber sido Juan Augusto Ramírez uno de sus padrinos, dió origen a comentarios tendenciosos, insinuándose que se le llevó al terreno — excelente tirador como era — para que matase a Bustamante. Torpe impostura apasionada de la época, nada hubo que justificase ni una sospecha en tal sentido, como nada justifica la reedición hecha por alguien de tales infamias, a más de 75 años de los sucesos.

J. P. Ramírez “para desvanecer la

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