enfermedad lo hizo presa y, a causa de una insignificante herida en un dedo, fué preciso amputarle un brazo,
En julio de 1918 retornó a la República, un tanto hijo pródigo, y Montevideo lo acogió con un murmullo de cordial simpatía. Su propósito era continuar aquí la existencia de maestro por el resto de una vida que, desgraciadamente, la honda perturbación íntima de su físico no permitía esperar que fuese muy larga.
Juzgado por la exterioridad, Oxilia estaba conservado, sin más muestra de vejez que los cabellos blancos. Pero la gravedad de su estado era mucha y lo atormentaban dolores tan intolerables, que en un rapto de desespero lo llevaron hasta atentar contra su vida. Falló por suerte el fatal propósito del tenor, pero la muerte no demoró en venir por sí sola, y el 18 de mayo de 1919 se apagó la vida del mayor artista lírico que hasta entonces hubiera nacido en América, sin que nadie haya ocupado de hasta ahora, tan elevado sitial en el teatro.
