Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/973

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Al contrario, empuñando las armas por la Reacción Nacional, luchó hasta la última hora por la buena causa, capitulando recién en diciembre, el día 10, cuando aún conservaba cerca de cuarenta oficiales y quinientos soldados a sus órdenes.

Comisario de la segunda sección del departamento de San José en la administración jefaturial de Patricio Gómez, el informe que en 1877 elevó al dictador Latorre la comisión que investigaba acerca de las denuncias formuladas contra el Jefe Político, es lapidario en cuanto se refiere al que llama “Titulado Coronel Pampillón”, y lo acusa no sólo de haber aterrorizado al pobre vecindario, sino de atentados contra la propiedad privada, puntualizados con nombres propios. “Sólo presenciando aquel cuadro se puede calcular sus dimensiones”, dicen textualmente Máximo Tajes y Vicente Garzón.

El dictador Latorre, a despecho de su decantada energía para con los inculpados de esta clase, no dejó tomar ni tomó ninguna medida respecto a Pampillón, el cual se había acogido al amparo del general correligionario Timoteo Aparicio, caudillo nacionalista cuya amistad necesitaba el dictador.

Valienje y probado como hombre de armas, no lo acompañó siempre igual calidad política, según podría demostrarse con hechos. Llevado, por ejemplo, a los cuadros del ejército de línea por influencia de Máximo Santos, trató de conservar la confianza de éste aprovechando todas las ventajas que pudiese reportarle su fingida adhesión a un enemigo político. Santos, por su parte, lo puso a sueldo íntegro desde 1885 y lo ascendió a coronel el 9 de febrero de 1886. A los pocos días Pampillón era dado de baja de orden superior, por haber fugado del país para engrosar el número de los que preparaban la revolución contra el mismo gobierno de Santos. En los días de la breve campaña concluída en Quebracho, se mantuvo en la frontera del Brasil en actitud belicosa, siendo herido de bala en un brazo, en un encuentro en las proximidades del Tacuarí, en marzo del 86.

Después de la Conciliación de noviembre, volvió a las filas del ejército. Sospechado por el dictador Cuestas en su gobierno, le prohibió ausentarse de la capital en setiembre de 1898. El presidente Batlle y Ordóñez lo puso en actividad en 1903, descontando que estaba con su política; y en ese entendido, al iniciarse el movimiento revolucionario de 1904, Pampilión figuró en la lista de los jefes nacionalistas fieles al gobierno constituído. Sin embargo, dos meses después refugióse en la Legación Argentina, en tren de enemigo, dando mérito a una enojosa incidencia diplomática. Al fin, bajo el amparo del ministro argentino y con promesa formal de que sería internado, se le permitió ausentarse para Buenos Aires. Pero el gobierno del general Roca no sólo hizo caso omiso de la condición, sino que le proporcionó toda clase de auxilios

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