Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/980

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fecunda, a despecho de la terrible crisis que se abatió sobre el país y que fué obstáculo para la realización de varias de sus iniciativas. Mucho llegó a corporizarse sin embargo, mereciendo citas particulares el haberse llevado a cabo — bajo su dirección superior — el primer censo del departamento de Montevideo, planeado conforme a un plan científico minuciosamente estudiado y la pavimentación de la ciudad con adoquines.

Elegido el Dr. Julio Herrera y Obes Presidente de la República el 1° de marzo de 1890, en su programa entraba utilizar en bien del país a sus más capacitados hombres, dejando aparte las afiliaciones políticas. En ese orden de ideas llamó al Dr. Pena, constitucionalista. para confiarle en su gabinete inicial el Ministerio de Hacienda, que tuvo a su cargo hasta el 20 de agosto, en que abandonó el puesto.

Consagrado desde entonces a sus clases de economía política y derecho administrativo que dictaba desde hacía varios años en la Facultad de Derecho, el presidente Cuestas, apenas restablecidas las normas constitucionales después del golpe del 10 de febrero del 98, nombró al Dr. Pena Ministro de Fomento, el 4 de marzo de 1899, no obstante la negativa de éste a aceptar un puesto en el Consejo de Estado instituído en su gobierno de facto.

El 10 de setiembre, a raíz de una incidencia universitaria, el gabinete entró en crisis y Pena quedó eliminado víctima de una maniobra tortuosa del Presidente, y el episodio se tradujo en general desagrado de la opinión pública.

Vuelto a la Universidad se le discernió en 1911 el cargo de profesor ad-honorem. Pocos días antes, con fecha 17 de febrero, el presidente Batlle y Ordóñez le había confiado el importante cargo de Ministro Plenipotenciario en los Estados Unidos, en cuyas funciones alcanzó más tarde la categoría de Embajador.

La gran República del norte ofrecía a un estudioso y a un observador de la categoría de nuestro diplomático, un campo extraordinario y magnifico. Y el Ministro, en quien la multiplicidad de los tópicos y cierto enciclopedismo, contaban acaso como defecto, exploró todo aquello con mirada curiosa y con eficaz selección, para luego ir condensando lo más interesante y lo más útil, en la serie de magistrales informes que su laboriosidad asombrosa y su preparación de buena ley enviaban sistemáticamente a la cancillería.

Al margen de esta labor oficial, el ministro Pena supo hacerse de una situación de verdadera prestancia en un organismo tan representativo como la Unión Panamericana de Wáshington, donde, por su experiencia y su profunda ilustración, fué verdadero guía y consultor de todos los noveles colegas diplomáticos del continente, que recurrían a él como a un reconocido maestro y a un amable consejero.

La muerte lo vino a arrebatar en su puesto de labor, en la plenitud de sus facultades, el 30 de abril de

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