murieron también sus padres y su tío, y entonces distribuyó su fortuna entre los pobres de Méjico y se hizo monja.
En el convento de San Jerónimo, donde tomó el velo y profesó, fué querida y respetada por sus modestas virtudes y por su gran saber.
La fama de sus méritos y de su sabiduría llegó á ser universal. Desde la pobre india hasta el altivo virrey; desde el arzobispo de la diócesis hasta el personaje más desconocido, se acercaban á ella para consultarla sobre casos graves particulares ó públicos. No obstante su apego al estudio y á la soledad, bajaba muchas veces al locutorio á fin de conferenciar con los que querían hablar con ella.
Dos veces fué nombrada abadesa y ambas veces renunció. Sus compañeras la elegían por unanimidad; con todo, no admitía. Su renuncia no se fundaba en lo espinoso del cargo, pues más lo hubiera sido para cualquiera otra, sino en su modestia y en su sencillez.
Falleció en su convento el día 22 de enero de 1695. Sus obras se publicaron en un tomo, con el título de Poesías de la madre Juana Inés de la Cruz (Madrid, 1670); figuran también en la Biblioteca de autores españoles, editada por Rivadeneira, tomo XLII (Madrid, 1853). Ugalde y Parra, en su Origen del teatro español, cita á sor Juana como autora de comedias.
La cierto es que sobresalió bastante en la poesía lírica, habiendo cultivado todos ó casi todos los géneros. Compuso magníficos sonetos, sextillas primorosas y redondillas tan acabadas como las citadas más arriba; pero pecó de gongorismo (fruta del tiempo) en algunas ocasiones.
Méjico, país tan fecundo en poetas admirables, no ha producido hasta hoy una poetisa tan notable como la célebre monja.