lentas, etc. De esperar es que el Gobierno salga triunfante, y generalmente (y es la costumbre) se extrema en el castigo, ya sea para dar un terrible escarmiento para hacer alarde de severidad, ó también para vengar en el, vencido los momentos de terror y zozobra que el peligro le hizo pasar. Inevitable accesorio de estas catástrofes es el cúmulo de injusticias que se cometen en inocentes ó pacíficos habitantes. Las venganzas privadas, las delaciones, las acusaciones infames, los resentimientos, la codicia del bien ajeno, el momento oportuno para una calumnia, la prisa y los procedimientos expeditivos de los tribunales militares, el pretexto de la integridad de la Patria y de la razón de Estado que todo lo cubre y abona, aun para las conciencias escrupulosas, que son ya por desgracia raras, y sobre todo el temor cerval, la cobardía que se ceba en el vencido, todas estas cosas aumentan los rigores y el número de las víctimas. Resulta que un arroyo de sangre se interpone ahora entre los dos pueblos; que los heridos y resentidos, en vez de disminuirse se aumentan, pues á las familias y amigos de los culpables, que siempre creen excesivo el castigo é injusto el juez, hay que agregar las familias y amigos de los inocentes que no ven ninguna ventaja en vivir y obrar sumisa y pacíficamente. Considérese además que si las medidas de rigor son ya peligrosas en medio de una nación constituida por una población
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