lateral. Sólo ensalza la parte religiosa del matri- monio. Pero podría aventurarse la conclusión siguiente: Si se establece esta identificación en un aspecto espiritual, en el más alto aspecto del espí- ritu, ¿no irá también incluído en ella, tácitamen- te, el ideal moderno del matrimonio? Acaso merezca una atención especial esto, ya que en nuestros días, a pesar de los afanes de cultura, este ideal suele a menudo quedar descartado en el matrimonio. Sin duda esto no es todo; pero repito que de lo demás nada sabemos. La literatura de las vidas, en la Edad Media, podría proporcio- narnos algún hermoso cuadro de la vida de fami- lía, con las mutuas relaciones de cariño entre padres e hijos, los cuidados durante las enferme- dades, las alegrías en los días venturosos. Pero todo esto, con justicia, podría ser tenido por evi- dente y propio de todos los tiempos. Tales esce- nas sólo tendrían valor para quienes, en serio, consideren que la vida conyugal y familiar cris- tiana no comienza hasta los tiempos modernos.
