Página:Finke Mujer Edad Media.djvu/139

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resonancia de cordiales cariños. Alberto Aquiles de Brandenburgo, áspero como fué, tiene en cam- paña nostalgias de su esposa; sueña con el día del regreso para abrazarla y mimarla, y le confía, entre tanto, con cordialidad, la guarda de su hogar. Ni un dejo de superioridad, ni el menor desdén se percibe. En actitudes análogas se sorprende a la madre frente a sus hijos, y a éstos, aun cuando ya son hombres, frente a la madre. Por otra parte, no sabemos qué parte de verdad pueda haber en muchas de esas leyendas piadosas, escritas en la soledad y sin conocimiento alguno de la realidad de la vida. De haber sido el menosprecio de la mujer un principio rector en la Edad Media, no podríamos concebir el papel preeminente desem- peñado por las soberanas, como-lo acreditan la fi- gura de una Blanca de Castilla, madre de Luis IX, o la de una Isabel de Francia; así como sería inex- plicable la fama de las emperadoras alemanas Matilde, Adelaida y Beatriz. Ni podría concebir- se el predominio de las mujeres en la ciudad de los Papas en el siglo x, y la supremacía que Bár- bara de Cilli, esposa de Segismundo, en el siglo xv, tuvo, a pesar de su ligereza de costumbres, tanto en la sociedad como en el Estado. Y, por último, Francia entera esperó y obtuvo su salvación de manos de una pastora. Los hechos rectifican, pues, la creencia general en un absoluto menos- precio de la mujer durante la Edad Media.