los incapaces de otra ocupación y con los esclavos y siervos, el régimen de la casa. Alimentaba, di- gámoslo así, a toda la familia. Efectuaba toda la producción, y en la casa todos los menesteres, in- cluso la educación de los hijos. Con frecuencia, to- davía hoy se encuentran situaciones parecidas en- tre los pueblos incultos. Sólo muy tarde y poco a poco se fueron disponiendo los hombres mismos a labrar el campo; una gran parte de la agricultura y de la ganadería continuó entregada a las mu- jeres. En la época creciente de cultura de los caro- lingios y de los Otones, fueron desmembrándose de la economía doméstica, en la que todo se obte- nía, ciertas ramas de la actividad humana, como otras tantas manifestaciones industriales; así, so- bre todo en los trabajos más difíciles, como el del herrero, el panadero, el zapatero, el cervecero, el carpintero, etc. Dero junto a estas ocupaciones varoniles, no sólo se reservó a la mujer la cocina, la bodega, el huerto y el establo, sino también, desde un principio, la confección del vestido en todas sus fases: desde la preparación del lino y la esquila, hasta el tejido y el teñido, el corte y el cosido y bordado. Esta fué su intervención, con algunas modificaciones, durante siglos, tanto en los países germánicos como en los latinos. Puede decirse que la tendencia que impera es la de ir emancipando a la mujer cada día más de los trabajos corporales más violentos, para redu-
— 141 —
